LAS CONSECUENCIAS DEL CAMBIO CLIMÁTICO
Según astrónomos y otros científicos, el cambio climático ya está produciendo sus efectos. Poco a poco, aumentará la frecuencia de las catástrofes naturales y también notaremos las repercusiones en la economía mundial.
Huracanes en Cuba, y en Estados Unidos también. El Caribe entero azotado por enormes vientos destructores. Incendios forestales en California, inundaciones en la India. ¿Qué más? Nos enteramos de diversas catástrofes naturales a lo largo y a lo ancho de todo el planeta. Los medios masivos de comunicación informan las conductas supuestamente extrañas de la naturaleza, en América, en Europa, en África, en todos los continentes. La mayoría de los ciudadanos respondemos de un modo pasivo en cuanto a la solución de un problema que, gústese o no, hemos creado los propios seres humanos. Diversos fenómenos meteorológicos ocurren y, nosotros, ¿qué hacemos mientras tanto?
Las destrucciones son a un nivel físico, concreto: se destruyen casas, pueblos, ciudades, vidas enteras. Pero la economía también queda resentida. Los pequeños países, de pocos ingresos, quedan desvastados e imposibilitados para recuperarse luego de sucesos como estos. El Fondo Monetario Internacional (FMI) tiene su sección dedicada a ayudar a los países que no pueden recuperarse de las catástrofes llamadas naturales, pero no es suficiente. Los índices de riesgo aumentan año tras año, mientras el clima empeora.
Veamos estadísticas: entre 1990 y 2004 se han registrado más de ocho mil catástrofes meteorológicas. Estas fueron tanto inundaciones como huracanes y epidemias. Ocuparon 228 países.
¿Es posible predecir este tipo de catástrofes? En muchos casos, sí. Por ejemplo, la temperatura es un buen índice para determinar futuras sequías o incluso inundaciones e incendios forestales, así como olas de calor, grandes tormentas y ciclones tropicales. También las precipitaciones pueden indicar qué podría ocurrir: el aumento de precipitaciones se asocia a una menor cantidad de catástrofes ocasionadas por sequías, incendios forestales y olas de calor, pero, por el contrario, se relaciona con una mayor cantidad de catástrofes provocadas por inundaciones, deslizamientos de tierras, ciclones tropicales y tormentas en general. Toda información es útil: para prevenir, para aprender a actuar, para modificar nuestras conductas, para entender de una vez que no somos los dueños del planeta. ¿Pero estamos lo suficientemente desarrollados como para comprenderlo? No como individuos aislados, sino como comunidad.
¿En qué medida el calentamiento de la atmósfera incide en el desencadenamiento de catástrofes naturales y meteorológicas? ¿Hay relaciones entre uno y otro factor? Se estima que el cambio climático no mitigado, no tratado a tiempo, modificará las temperaturas mundiales medias, que aumentarán alrededor de 4° C para 2100. Con este parámetro, podría predecirse cada tipo de catástrofe de índole meteorológica en 2050 y 2100.
Los estudios actuales sobre el tema indican que las catástrofes meteorológicas serán más comunes para finales del siglo. Las más frecuentes serán las olas de calor, los ciclones tropicales, las inundaciones por deshielo y los incendios forestales. Al parecer, los ciclones tropicales serán menos frecuentes pero más intensos, es decir que serán igualmente catastróficos. Las inundaciones y las epidemias se volverán cada vez más corrientes, y esto afectará con mayor gravedad, por supuesto, a los países más pobres. Las epidemias más comunes serán las propagadas por mosquitos y agentes patógenos, que se reproducen con mayor rapidez en entornos más cálidos.
¿QUÉ PODEMOS HACER?
Las catástrofes naturales ya se encuentran entre nosotros. Así que, más que negarlas, es mejor asumirlas y afrontarlas. Pero ¿cómo? Resulta muy sencillo decir que los países deberían invertir en infraestructura (para poder detener los vientos, para poder resistir las subidas de las aguas). Habría que invertir en leyes de urbanización, en planificaciones para preparar mejor a las ciudades. Habría mucho por hacer. Los países deberían ahorrar para poder aumentar el gasto público y mantener en equilibrio la economía después del tremendo impacto que puede causar una catástrofe natural. Pero la economía parece mirar otros puntos, más inmediatos, más desiguales.
Mientras tanto, nos queda el trabajo de tomar conciencia de la realidad del problema, de mirar a nuestro alrededor y entender que somos responsables de lo que sucede, de que nuestro poder no es realmente poderoso, de que somos menos que un instante en el tiempo del universo. El cambio climático, entiéndase, es una amenaza real. Caerá sobre los países ricos y sobre los países pobres. Sería ideal contar con un trabajo en conjunto de parte de todas las economías del mundo, pero por lo pronto sólo parece una fantasía.
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¿Cómo encausar la economía hacia este objetivo?, ¿de qué manera es posible frenar los avances del calentamiento global?, ¿por qué no reducimos el uso de combustibles fósiles?, ¿qué sucederá con la agricultura? Hay muchísimas preguntas al respecto. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, al menos, intenta en cada edición avanzar un poco más en la solución de problemas tan enormes como nuestro planeta.
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