Historia de la Anchoa
Tenemos algunos datos de una familia de industriales sicilianos que , como otras, llegaron a las costas cantábricas a finales del siglo XIX y en mayor número en el primer tercio del siglo XX. Las causas de aquella movilidad son de sobra conocidas: búsqueda de pesca al fallar la de sus aguas y la fuerte demanda exigida por los nuevos mercados de países europeos y americanos. Aquellos pioneros industriales realizaban su actividad, en un principio, en locales que tenían arrendados, enviando la producción a Italia, vía marítima, al puerto de Génova, y a los Estados Unidos de América. Para efectuar el trabajo venían a España en primavera coincidiendo con la costera y concluida la labor regresaban a sus ciudades de origen. Con el tiempo, algunos pasaron a residir en España.
La familia Orlando Gusimano procedía de Terrasini, pueblo costero de Sicilia, a 24 kilómetros al oeste de Palermo. Estaba formada, por una parte de los Orlando, por cinco hermanos, que tras la prematura muerte de uno de ellos, llamado Mateo, los cuatro restantes se dedicaron a conserveros-salazoneros, con dilatada actividad en el litoral Cantábrico y más concretamente con importante presencia en Santoña y Laredo, lugar este último donde precisamente falleció José Orlando Tiaramitaro, que había llegado para trabajar la costera.
No sabemos la fecha exacta de su primera llegada a Cantabria, pero podemos aproximarnos sabiendo que su fallecimiento fue en Abril de 1915, a la edad de 63 años, cuando llevaba varios años dedicados con sus hijos a la fabricación de anchoa. Según una carta escrita y firmada por él solicitando permiso para unas obras en la fábrica aparece el clásico membrete de la empresa con el dibujo de la fábrica, los escudos de las marcas y debajo se indica: Casa fundada en 1910. Pero es posible que antes de esa fecha, de fundación de su propia empresa, estaría trabajando en sociedad con otra firma siciliana. El continuador de la actividad fue el mayor de los hermanos, Liburio, que comenzó en Guetaria. Con él colaboraron sus hermanos hasta que estos consideraron la conveniencia de independizarse, cosa que realizaron casi simultáneamente.
Santoña, la cuña de la Anchoa
El signore Vella, comenzó a obsesionarse con la idea, a la que de nomina il ciú grande bocatto, de realizar estas labores en fábrica y enlatar la anchoa para venderla dispuesta al consumo de forma di recta, evitándose los trabajos a la hora de degustarlas.
Para ello comenzó a realizar en fábrica todo el proceso: de limpiar la salazón para luego formar dos tiras o filetes, quitando la espina central y envasar las tiras en latas, utilizando mantequilla derretida como cobertura.